Humedales sanos implica gente sana. Y al contrario, unos humedales degradados por las actividades humanas, especialmente las que hacen que disminuya la calidad y disponibilidad del agua, generalmente ven mermadas sus capacidades para prestar los servicios de los ecosistemas que, tanto de forma directa como indirecta, afectan a la salud humana al repercutir, entre otros, en la pérdida de producción de alimentos y en los medios de vida locales. Los humedales degradados también pueden provocar la aparición de enfermedades infecciosas y el resurgimiento de enfermedades relacionadas con el agua, comprometiendo igualmente la salud humana, y pueden hacer que disminuya la disponibilidad de plantas y animales de los humedales con valores medicinales de particular importancia para las poblaciones indígenas y las comunidades locales.
Los humedales en buen estado, intactos, prestan servicios de ecosistemas en beneficio de la gente: seguridad alimentaria; seguridad del agua; un “seguro” gracias a la formación de zonas tampón naturales frente a los daños que causan las tormentas; a todo ello hay que añadir su valor espiritual, recreativo y educativo. En muchas comunidades, el hambre, la malnutrición y la falta de acceso a agua no contaminada son las causas últimas de la mala salud y de que la salud y el bien estar estén vinculados estrechamente a los medios de sustento de las personas y a la capacidad de disminuir la pobreza y la vulnerabilidad ante ella.
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